“Globalización y perspectivas de desarrollo en los antiguos países comunistas”
     

 

CAPITULO I
EL CAPITALISMO POSTCOMUNISTA

La tarea histórica de sustitución de la economía socialista por una economía de mercado, con nuevas soluciones propias de la economía de mercado, es una empresa sin precedentes en la historia de la humanidad. Para que no tengamos que repetirla de nuevo en el futuro - porque si fracasaran las reformas de la economía de mercado y se produjera un estallido social como consecuencia de la pobreza y las desigualdades sociales, podrían aparecer de nuevo intentos de crear un régimen socialista de "justicia social" - es necesario construir de manera sensata una economía de mercado en la realidad postcomunista.
No se trata, como en otro tiempo, de un proceso espontáneo de surgimiento del capitalismo a partir de las ruinas del feudalismo. En la fase actual de la revolución científico-técnica la transformación debe consistir en un proceso consciente de formación de una nueva realidad económica, política y social que acepte de buena gana la mayoría de la población de las naciones comprometidas en esta empresa histórica, y no sólo grupos minoritarios de personas de estas naciones y extranjeros que se han beneficiado de los cambios realizados, a los que llamamos, no se sabe muy bien por qué, élites. Por lo demás, también estas élites se quejan cada vez más de que se podría avanzar aún deprisa si las clases que no pertenecen a las élites realizaran un esfuerzo mayor y se coordinara mejor la política de transformación y desarrollo (algo que, desde luego, tiene un importante significado e implicaciones pragmáticas de cara al futuro). Y esto son dos políticas, algo que muchos siguen sin comprender. Así pues, pierden "las masas" y "las élites".
La transformación postcomunista no es un regreso a la economía capitalista, de la cual se apartaron los países ex comunistas hace más de medio siglo para crear un sistema antitético del capitalismo. Ahora nos encontramos en una peculiar huida hacia delante, en la negación de la negación, de la cual nacerá una nueva realidad. El capitalismo, entre tanto, ha cambiado profundamente su fisonomía debido a la presión de valores que introdujo el sistema socialista en el desarrollo civilizado. Esta presión tiene su origen en el anhelo de justicia, de auténtica solidaridad social y de un compromiso mayor de toda la sociedad, e incluso del Estado, con la cultura y la ciencia nacionales, y también para ayudar a los que no pueden valerse por sí mismos.
El capitalismo postcomunista ha empezado a formar su fisonomía, que será distinta de la que encontramos en los países donde el sistema capitalista se da por sobreentendido. Esto se debe a que estamos genéticamente dotados de una herencia del pasado, y aunque después del acto de la concepción se puede influir sobre la siguiente forma de evolución, ciertos rasgos del futuro son una consecuencia del pasado por un intervalo de tiempo que abarca varias generaciones. En nuestro rincón dentro de la aldea global moderna, nuestro pasado reciente ha tenido su carácter específico e irrepetible, y sus rasgos únicos.
Para que el cambio de sistema tenga sentido desde el punto de vista social, y no sólo la aceptación de las élites, debe depararnos un "futuro mejor". Para buscar ese futuro mejor no se debe volver la vista atrás: no lo encontraremos ahí. Nuestro futuro está detrás de la línea del horizonte. Por eso resulta difícil divisarlo, y muy fácil imaginarlo equivocadamente. El riesgo de error en nuestras elucubraciones es mayor en la medida en que la transformación de las economías de Europa Central y Oriental y de los Estados de la antigua Unión Soviética , que dura ya media generación, es un ingrediente inseparable de la globalización. Sin esta transformación la globalización estaría incompleta, y perdería su carácter integral y su dinámica. Al mismo tiempo, el cambio de sistema en esta parte del mundo no tendría su carácter actual si no estuviera ligado al proceso de globalización.
La globalización no consiste sólo en la creación de un mercado capitalista a escala mundial. Es también un juego de intereses a gran escala, un juego arriesgado que produce conflictos. Algunos pueblos y países saldrán beneficiados, otros menos, y otros se sentirán fracasados en medio de estas grandes transformaciones en el comienzo del siglo XXI. Ya que es imposible situarse cómodamente en el centro del mundo en medio de esta competición que es a la vez cooperación, se trata de no dejarse desplazar hacia la periferia y no ocupar una posición desfavorable en un extremo de la aldea global. Y éste es el mayor reto al que nos enfrentamos en el comienzo del siglo XXI. Se enfrentan a él todos los países ex comunistas: Polonia y Tayikistán, Bielorrusia y Croacia, Ucrania y Chequia. Nadie tiene reservado el éxito ni el fracaso. El destino de las naciones de Europa Central y Oriental y de la Comunidad de Estados Independientes no es un enigma que haya que descifrar en las estrellas. Nosotros escribimos esta página de la historia cada día, cada ano, en las próximas décadas, durante las próximas generaciones.
Este libro no trata de la transformación de un país comunista concreto. Trata de todos los países en su conjunto, y a la vez de cada uno de ellos por separado. Así pues, se debe leer desde la posición de todo el conjunto, pero también desde el punto de vista de la posición, de los retos, las amenazas y las perspectivas de cada una de las economías que han realizado la transformación a la economía de mercado.
Esto no siempre resulta fácil: en diferentes lugares en que se ha producido el cambio de sistema aparecen riesgos derivados de una óptica equivocada de los hechos inadecuada. Unos lo ven todo de color de rosa, otros aumentan o reducen el significado de los hechos, y otros tienen una óptica miope.
En Polonia el pensamiento sobre el futuro económico se ve ensombrecido por el "eurocentrismo", que no tiene su origen en la posición del país en su sentido estricto, sino en tener la vista puesta permanentemente en la Unión Europea, olvidando en parte que al integrarnos en la Unión Europea debemos integrarnos simultáneamente en la economía mundial, y que en consecuencia debemos desarrollar más intensamente que en la década de los noventa todos los vínculos que nos unen a ella, y no sólo los económicos. Aparte de la cooperación y los lazos con Estados Unidos, esta vía ha sido relegada a una posición de marginalidad. Y por este camino es más fácil llegar a ocupar un lugar marginal en la economía mundial.
Bielorrusia se concentra demasiado en sus relaciones con Rusia, dejando de lado a otros vecinos, y más aún a otros países más lejanos. Esta opción no favorece que su economía entre en una senda de desarrollo rápido y equilibrado. Lo cierto es que le convendría diversificar más sus relaciones con el mundo, si lo que quiere es integrarse en él, y no encerrarse en su propia aldea. En el caso de Bielorrusia es especialmente necesaria una reorientación de su estrategia de desarrollo y de las reformas que le son inherentes.
Ucrania sigue en una encrucijada histórica, y no es la primera vez que le sucede esto en su historia. Se puede imaginar su futuro dentro de la Comunidad de Estados Independientes (lo más probable), o en el seno de la Unión Europea (más difícil). Debe tomar una decisión sobre su participación en los sistemas regionales de integración para ver su futuro, y construirlo activamente, en una dimensión más amplia y global. Ucrania es un ejemplo claro de economía con un enorme potencial - también de capital humano - que puede aprovechar de diferentes modos su posición geopolítica y el momento histórico según la posición que ocupe en el mundo. Durante los próximos anos se va a producir una lucha en la que se decidirá el lugar que ocupará en la aldea global. Con seguridad no será un lugar central, pero tampoco debería ser marginal. Como sucede con los demás países ex comunistas, dependerá.
El problema es: ?qué hacer para que el cambio de sistema y la globalización, que se desarrollan simultáneamente, no nos desplace a posiciones marginales dentro de la aldea global? Puesto que es imposible estar en el centro debido a diversos factores - geográficos, históricos, económicos y políticos -, debemos saber qué hay que hacer para situarse en el borde, pero, en la medida de lo posible, de una manera provechosa para todos, y no sólo para las élites. Por ello es imprescindible una buena estrategia de desarrollo que esté a la altura de estos retos históricos, y eso sólo será posible cuando los intelectuales comprendan qué está pasando, y por qué; cuando los economistas propongan reformas y actuaciones adecuadas a largo plazo; y cuando los políticos sean capaces de aplicarlas eficazmente. Pero lo principal es que el pueblo entienda hasta sus últimas consecuencias por qué luchamos y a qué aspiramos, y que apoye lo que es bueno y razonable, y rechace lo que es perjudicial y erróneo. Dejando al margen cuestiones políticas e ideológicas, el principal argumento en favor del cambio de sistema fue y sigue siendo la convicción de que la implantación de una economía de mercado estimula la competitividad y la eficacia, y gracias a ello mejora el nivel de consumo y el estándar de vida. Se esperaba que después de un breve periodo de recesión el nuevo sistema traería rápidamente una reactivación, y después un crecimiento económico que notaría toda la sociedad. Pero la realidad ha sido otra. La recesión del periodo de tránsito duró bastante más de lo esperado, la depresión fue más profunda, y la reconstrucción del nivel de renta nacional no llegó -en algunos casos todavía no ha llegado- tan libre de problemas como se imaginaban los gobiernos y las organizaciones internacionales. En vez de una reactivación y un crecimiento rápidos, la recesión se alargó, convirtiéndose en una profunda depresión que en algunos países abarcó toda la década de los 90. Y lo que es peor: la depresión alcanzó su máxima crudeza en las dos mayores economías ex comunistas, Rusia y Ucrania. Los dos países suman una población de 200 millones de habitantes, más o menos la mitad de la población de todos los países (sin contar China y Vietnam) que hicieron la transformación a una economía de mercado. Después de la primera década de transición, que comprende los anos 1990 a 1999, la media ponderada del Producto Interior Bruto (PIB) de los 25 países de Europa Central y Oriental (ECO) y de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) fue del 68 por ciento del mismo índice antes de iniciarse el cambio de sistema. En los países de la CEI apenas llegó al 55 por ciento, y en Europa Central y Oriental alcanzó el 97 por ciento . Los países de Europa Central y Oriental lograron alcanzar el PIB del ano 1989 en el ano 2000 (gráfico 1), y los de la CEI lo alcanzarán dentro de varios anos.
Nadie esperaba esto cuando se inició la transformación. La sorpresa por la forma en que ésta se ha producido hace que se valoren de forma muy distinta los acontecimientos. También son variadas las explicaciones de las causas de que la recesión se alargase tanto, y de que haya un crecimiento tan extraordinario en los países donde éste se está produciendo, especialmente en los últimos tiempos. Por eso merece la pena explicar los aciertos en los procesos descritos, prestando atención a las posibles variantes de la futura política económica y a las limitaciones de naturaleza política y técnica asociadas a ellas.
Gráfico 1 [en la página 17 en el original]
índice del PIB en el ano 2000 en los antiguos países comunistas en términos reales (1989=100) [En la parte inferior de la tabla aparecen los nombres de los antiguos países comunistas, en el siguiente orden:] Moldavia, Georgia, Ucrania, Tayikistán, Azerbaiyán, Rusia, Armenia, Letonia, Lituania, Kirgistán, Turkmenistán, Kazajstán, Rumania, Macedonia, Croacia, Estonia, Bielorrusia, Bulgaria, Uzbekistán, Chequia, Eslovaquia, Albania, Hungría, Eslovenia, Polonia.
Los fenómenos que se estudian en este libro determinan su estructura y el orden de exposición de las diferentes tesis. Este libro forma una unidad independiente, pero al mismo tiempo es una continuación, ampliación y profundización de anteriores estudios sobre la evolución de la economía mundial en la actualidad, sobre la transición de los antiguos países comunistas a la economía de mercado y sobre las políticas de desarrollo socio-económico. Al final del libro se puede encontrar una relación de mis otros libros dedicados a estas cuestiones. Muchos de mis trabajos y publicaciones se pueden encontrar también en mi página web en Internet:
http://kolodko.tiger.edu.pl
En el capítulo 2 de este libro se describen las conexiones entre la globalización y la transformación postcomunista. En el capítulo 3 se hace un esbozo del origen histórico de la fase actual de la globalización, con especial atención a su etapa anterior, el siglo diecinueve. En el capítulo 4 se trata el alcance y evolución de la recesión producida por el cambio de sistema, y también las causas de la profunda depresión económica. En el capítulo 5 se estudian los diferentes escenarios de la recesión, la reactivación y el crecimiento, puesto que estos procesos discurren por sendas bien distintas en los diferentes estados y regiones de Europa Central y Oriental y de la antigua URSS. En el capítulo 6 se estudia con detenimiento el efecto de los shocks exteriores, y la adaptación de las diferentes políticas económicas (con especial atención a las consecuencias del vacío institucional) a los cambios en la evolución de los procesos reales, con un estudio comparativo de los niveles de desarrollo. En el capítulo 7 se tratan las oportunidades y amenazas de la globalización, que se dejan sentir especialmente en los países ex comunistas más abiertos a los contactos financieros y comerciales con la economía global. En el capítulo 8 se analiza a fondo el regionalismo que encontramos en la actualidad en diferentes partes del mundo, y que puede resultar un escollo para un proceso más rápido de integración de los mercados mundiales, pero al mismo tiempo puede actuar como catalizador de este proceso. En el capítulo 9 se explica por qué la globalización, que nos conduce hacia un mercado único, no debe traer consigo la creación de un gobierno mundial, aunque exigirá cambios institucionales profundos que permitan coordinar la política económica a nivel mundial. En el capítulo 10 se presentan los escenarios alternativos del crecimiento económico.